domingo, octubre 30, 2005

Charrerías de ciclista solitaria

Si Residente dice "cabrón" en dos de cada tres oraciones en una entrevista, yo puedo decir "shit" tres veces en cuestión de un minuto y 30 segundos mientras corro bicicleta. Aquí está la prueba:




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"Demasiados aplastados. Gomas sucias en la carretera."
Los Súperaquellos

jueves, octubre 27, 2005

Por cualquier cosa, una comparsa: crónica de un proyecto inconcluso

Salí de una comparsa medieval. Hacíamos comparsas como decir "dale, vamos, en dónde". Durante el 2003, uno de mis oficios era hacer teatro callejero. Realmente era una profesión bastante rentable. Digamos que el problema estribaba en la regularidad, en la frecuencia. Era común hacerlo sin retribución. Especialmente al principio. Si era con fines políticos (inspiramos una encuesta del periódico que decía ¿Cree usted que se deben multar a las personas que hagan comparsas en las vías públicas?") no cobrábamos. Sin embargo, recuerdo haber hecho comparsas diseñadas con motivos específicos. "Este fin de semana, todo el mundo con motivo médico para la comparsa en tal lugar que dicho sea hospital nos va a pagar tanto la hora por promocionarles la sala de cuidado prenatal y quieren una comparsa como la del señor ése de la película, sí, Patch Adams". Otras veces, corríamos las calles del Viejo San Juan en compañía del funcionario de turno. Hasta recuerdo hacer comparsa en la Feria del Hiram Bithorn para ver si les prestaban la carpa de Circo a los muchachos para hacer la obra. Nunca se las dieron, pero hicieron "Morgue sin Pena" comoquiera.
En otra ocasión hicimos una comparsa en un hotel lujoso en el este de la Isla en una feria de mercaderes de sabe Dios qué cosa. Algunos fines de semana fui una de las mujeres de fuego en los conciertos de mis amigos y otras me disfrazaba para que me tomaran fotos y porque me divertía. Extraño esa etapa y la experiencia creativa que significó. En medio de todo escribí Alabalacera, que será seguramente la experiencia más malabarística que tendré de escritura. Después, cuando la comparsa era una filosofía de vida y había dejado de ser la práctica, la cotidianidad histriónica, vino el Oxido del sentido.
En el Midwest, tuve que volver al malabarismo, y comencé a practicar. Esa distracción ha regresado con otro escenario, el de los fríos espacios bucólicos de la universidad. No sé aún cómo repercutirá esto en las tretas literarias, pero ya sé que el sábado me disfrazaré de malabarista. Los que presencien a la chica circense ese día no sabrán que ella realmente estará dando testimonio.
1. Didi maquillándome para concierto de Bayanga, 2003; 2. Lidi Paoli, Claudia y yo en casa de Roy, foto de Libertad Ayala. No recuerdo cuál era la ocasión; 3. Fiestas de la Calle San Sebastián 2004, foto de Libertad Ayala; 4. Didi maquillándome, otro ángulo.

martes, octubre 25, 2005

Iconoclach

Estoy atravesada de pétalos
Rocío incrustado en la carne
Insertadas espinas por la venas
Flor trémula que palpita hambrienta

Con pedazos de mí,
edifico a un ser atónito
que busca respuestas
en su propio cuerpo
descalzo.

Lo hallado nunca
será el ruido de una máquina,
El libro alimentará la nada
como el pájaro escoge al frío
No osará nadie
usurparle al viento los cuartos vacíos

Se articula el zigzag de las posibilidades:
lo el el el no al

Luego los impares: nunca nada nadie

Ahora los pares: atónito cuerpo máquina frío vacío

Entonces los verbos infinitos: hallar ser alimentar escoger osar usurpar

Y me reconstruyo:

Hallo en el frío
los ruidos de nadie
Soy atónita
quien alimenta el vacío
Oso para usurparle
el cuerpo a la máquina de nada

Nunca escoges

domingo, octubre 16, 2005

Amarga tras la muerte (poema escrito por Mujer 1)

IV.

Sobre el suelo
desnudo
tendiste tus miembros

Telaraña de piel
con pisadas
sedientas

De haber sabido
que, después del hambre,
ventana: jamás

Porque nunca fuiste
nombre
sino puerta
redonda llena
de palabritas
grises

Azulejo de espinas


Fragmento del texto "El encuentro con Amarga", disponible en De Trasmano de la semana del 20 de octubre de 2005.

El encuentro con Amarga

miércoles, octubre 12, 2005

Piezas y Canciones de Bertolt Brecht

Resaca de la balacera

Las balas se lanzan furibundas sin destino, aunque lleven puntas ensangrentadas. Cuando esto pasa, los relojes en el suelo enterrados florecen tiempos extras. Es como desasir, me dice una saya llena de caricias, lo que ha estado ceñido con fuerza entre las manos toda la vida. El resto, se va por lo mojado, y aparece al otro día enhebrado en la arena. Oloroso, el pánico se acerca. Una gota de hielo que de vez en cuando deshoja una vela. Los pianos de cola se construyen primero que los edificios, nacidos de redor. Al tocarlos, te matan, suele decirme con el ceño fruncido que a la vez equivale a un suspiro de placer. Luego, mira hacia al frente, extiende su brazo hacia la derecha, como para guarecerme, y exclama ¡la muerte! ¡la muerte! En esos momentos, sé que sobreviviré acribillada.



En Epílogos del libro "Alabalacera", página 54. Terranova Editores (forthcoming, 2005)
Ilustración de Eduardo Galeano, pag 18 en "El libro de los abrazos", siglo 21 ed.

lunes, octubre 10, 2005

La guiñada, instead

Y es cruel aún después tener que ser humana,
no convertirme, al verte, en perro, de alegría.
S. Ocampo
JAU Dijo la Guiñada Productions con la coloboración de La Secta de los Perros para las OHDIOSAS por la poeta de las tacas Fuscia Yara Liceaga

I.
yo sé que tú lo haces a propósito para que yo te odie como una pelotita de acero.

yo sé que por eso lo haces

imaginarme con los ojos
enganchados en la vitrina
o
lo que es más probable
que gire la cabeza con insistencia hacia el cristal
que todas las cabezas
posiblemente son tú
y no

esa maldición que cae sobre quien espera

cadera contra esquina
es una mesa quien se impone
el pensamiento es tomado en las manos de agua del pensamiento mismo
por lo que se revuelca
un breve: estoy

sólo por ese cantacito que uno se da
que mueve hasta las sillas
las cambia de espacio

II.
pide uno café
pregunta por ti
inquiere al más guapo
o al menos profesor
que jamás
y siempre
son lo mismo

III.
si tú me matas porque yo no aparezco
si tú me lo juras que me matas
yo voy
aparezco
por el asesino
por tenerlo a solo pasos
si caminamos
solo a centímetros
tú sabes que todo esto cuando camina hace vibrar la zona entera
que cuando camina todo esto
las caderas son una maquina que se rompió
y choca con la otra
cadera
o el espacio del asesino
que sos
(eso edítalo)

me desplazo

IV.
a pedro lo compro a quince dólares
me arrepiento
salgo de la librería después de firmar el papelito escindido
y me arrepiento
porque los libros usados se venden
justo en frente

(fuck!)

creo que me nace una arruguita

observo que la calle
cuando el calor se me planta
homicida
y me busca
me traspasa
se alarga
y muchas caras
como árboles por una vereda
(uy quejeso?)
aparecen
aparecen y son siempre cosas que cambian cuando las miro
hacen la metamorfosis ahí frente a mi cara
cabrón
ni siquiera sobreimpongo tu rostro en el de cualquiera
ni siquiera capto para mi pared
una foto transeunta
de alguien
a quien llamare tú

yo solo busco un rostro

uno solitario

V.
pasa que hago todo esto para dejar que las horas se tiren por la borda
y que la calle
las librerías
la librería
el intento de encuentro
las personas
sean la embarcación de mi sueño en el que el mar se detuvo
bueno
me explico
se alzó el mar como una corona
desde donde veía la escena (a pesar de ser desde un barco) el mar se veía a vuelta redonda, y se alzó, como una gota que cae sobre el charco y lo levanta y se une inevitablemente, y ahí quedó el mar paralizado, arriba, medio arriba, y se veían los piquitos
como una trampa de oso abierta

no era yo el personaje que entra

VI.
busca
se sienta
se incomoda
están todos
nadie sabe que busca
se regresa a su apartamento afligid@

llego a casa
y no te llamo
y no te escribo

espero

VII.
¿o es que no quieres escuchar cuando te digo jau?
foto:libertad ayala

José María Lima, ignoto

José María Lima, poeta, profesor de matemáticas y marxista, nació en Ceiba (n. 1934- ), lugar sobre el cual comenta: “Lo que más me marcó es que mis antepasados (…) eran dueños de los terrenos de Roosevelt Roads, y me los quitaron”[i]. Crece en el núcleo de una familia evangélica, pero se considera ateo. Estudió ciencias naturales y teatro en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, junto a Victoria Espinosa, Elín Ortiz, Jacobo Morales y Luis Rafael Sánchez. Se educó también como artista plástico con el pintor surrealista Eugenio Granell. Dicen que se reunía con artistas tales como Rafael Alberty “El Boquio” y Rafael Trelles, con quienes jugaba a los cadáveres exquisitos, ejercicio que popularizó la escuela de André Bretón. Con firme vocación artística, comienza a inclinarse hacia el cubismo. Sus ilustraciones incluyen “entidades unicelulares, de figuras humanas a medio camino entre la ameba y el protozoario”.[ii] Cabe señalar que, posteriormente, varios de los trabajos realizados durante este periodo pasarían a ilustrar el texto publicado en el 1982, y editado por Joserramón Melendes.

En el 1954, publica sus primeros poemas en la revista Universidad, a cargo de Juan Ramón Jiménez, quien le escribe las líneas que luego fungen como epígrafe al poemario: “José María Lima, es usted un verdadero poeta, y me alegro de haberlo sabido por mí mismo”[iii]. Del 1958 al ‘62, se destaca como prosista del diario El Mundo. Durante esta época, partió para Estados Unidos, donde realizó un año de estudios en arquitectura, otra de sus pasiones, en Harvard, pero se traslada a Berkeley, finalizando estudios de maestría en matemáticas.
Cuando en el 1963 el Gobierno norteamericano prohíbe los viajes a Cuba, la Federación de Estudiantes Cubanos invita a todos los estudiantes norteamericanos que quieran ir, y Lima fue uno de ellos. Uno, entre 57 reclutados en toda la nación. “La cuestión era desafiar la ley”, explica el poeta.[iv]
Regresó a Puerto Rico y, en palabras de Jan Martínez[v], “se hace noticia y disidencia”. A mediados de la década del 60, comienza la persecución política en contra de Lima, documentada por fotoperiodistas de El Mundo, periódico en el cual Lima publicaba literatura regularmente. Víctima de ataques y protestas universitarias por parte de la organización Universitarios Pro Estadidad (UPE), comenta en entrevista con Rafael Acevedo: "Fue una presión tremenda del 63 al 66”[vi].

Activo en recitales de la escena cultural del sesenta, publica con la poeta Ángela María Dávila, su esposa en aquel entonces, el poemario Homenaje al ombligo. Este libro híbrido, con ilustraciones y poemas de ambos escritores, fue una edición muy singular de tan solo 150 ejemplares.

Como pieza casi mítica en los anales de las librerías de segunda mano del país, el texto, que honra la filosofía de Mallarmé relacionada con la noción del libro como pieza artística, marca el estilo que prevalecerá en las publicaciones del escritor.

En la década del 70, Lima se desempeñaba como profesor de matemáticas de la Universidad de Puerto Rico. En 1982, se publica por primera vez el texto que presenta la obra poética de 30 años del autor. Joserramón Melendes se dio a la tarea de editar la obra de José María Lima, inédita durante treinta años. La sílaba en la piel (Qease, Río Piedras) es el producto de este trabajo editorial, con textos y dibujos de Lima de entre las décadas del 50 al 80. En 1996, en entrevista con el periódico Claridad, el poeta afirma ser “maniaco-depresivo, bipolar. Pero no surrealista”, cuando el periodista lo exhorta a que señale “alguna otra cosa vital”. En el 2001, Cuadernos La Torre, de la editorial de la Universidad de Puerto Rico, publica Rendijas, libro que recoge una muestra considerable de la obra de José María Lima, incluyendo sus trabajos más recientes: Poemas de la muerte y Penúltimos poemas. Hoy en día, a la edad de 71 años, José María Lima está retirado y vive con su familia.


[i] Acevedo, Rafael. “Quiero pistas, Señora, no sea que me asuste” (Entrevista a José María Lima). San Juan: Claridad. 22-28 de noviembre, 1996: 15-17
[ii] Martínez, Jan. “José María Lima, poeta surrealista”. Revista del Instituto de Cultura. San Juan, PR: Enero-Jun 2002: 18-25.
[iii] Lima, José María. La sílaba en la piel. Río Piedras: Qease, 1982: 13
[iv] Acevedo, Claridad, 16.
[v] Martínez, Revista ICP, 19.
[vi] Acevedo, Claridad, 16.

Imágenes: Superior derecha, ésta era la foto que acompañaba la columna de Lima en El Mundo; Segunda izquierda, Eugenio Granell, pintura titulada "El poeta llega al sitio del árbol y de la muerte"; Tercera derecha, foto tomada por Casenave, el 10 de septiembre del 1965, durante las protestas entre el frente anticomunista y los opositores; Medio, foto tomada por Eddie Figueroa, con pegatina que dice "Fuera Lima y el comunismo", pegada en alguna calle de Santurce el 26 de enero del 1963; Lima en el 1982, cuando salió su libro "La sílaba en la piel", foto de El Mundo que leía "Devolver a Gloria Borrás".

Nota: Está prohibida la reproducción total o parcial del texto o de las fotografías. Sólo están disponibles para propósitos de la autora.

domingo, octubre 09, 2005

Ofelia

"Por eso los paisajes abstractos, las ninfas, la naturaleza inefable, los cuerpos fecundos voluptuosos, que llevan al lienzo a una especie de virgen-mater, es decir, la recreación de un estado contemplativo que seduce".

fragmento "ofelia", alex j. garcía

La saya

Acorde retumba
con los cuerdos,
hilo cárdeno

Ciertas yagas se descosen
al lamer
lo innombrable

Cruzas los ladrillos
sin los ojos puestos

Un hipódromo hubo:
obstáculos en el camino,
hace falta
la foto de prueba

Di la verdad,
se queda puesta
la ropa,
fluorescen luces
como al otro lado del aeropuerto

Cae, del florero,
la sed
y moja la saya

Cae, de la mesa,
un elogio
erizando el ruedo

Cae, la cerámica
El agua moja,
la herida se deshace

No sabía que el hambre
respiraba en la despensa
ni que el aire
alimentaba penas desoladas

La calle está vacía
Estaciona
y subamos al arpa
en la orilla

Así no nos diremos:
nunca visitamos
los jardines interiores

sólo la noche
en que el piano se tocó solo

La cerveza quiere que me invites
antes de montarme
chubasco

Azecino

Por RAFAEL ACEVEDO
Colaboración de LA SECTA DE LOS PERROS para OHDIOSAS


Esta tarde azuceno la gran crónica de tu cuerpo:
Demostrar que efectivamente el ser es todo.
Pero si el ser es la distancia entre la lámpara y la luz
(tu Mirada un poco dirigida al suelo)
nada justifica llamarlo todo.
No es necesario aprehenderlo.
Ésa es la misma distancia que queda entre el conocimiento y la realidad.
Yo te conocí (en un sentido bíblico)
y queda desde entonces esta cierta claridad
que se asoma a veces en explicaciones geométricas.

Esta tarde la cena azul es crónica del cuerpo:
pasaron por alto las verdades de la mitología,
hay un sentido común que nos hace humanos, demasiado, quizás,
a pesar de la salivación de verte.
Ese es el modo natural en el que intervienen los dioses,
gravando en el sudor sus insoportables presencias.
Orientar la razón es una joya de la vanidad.
He de ser humilde.
Has dejado tu impresión en mis sentidos pero no entiendo nada.
Tiendo, más bien, a aceptar la posibilidad de otras leyendas.
Si la diversidad del mundo se debe a los gigantes que poblaban la tierra,
entonces tu pequeña figura es el axioma
de que el saber es una luz que se distancia del origen, como el calor del fuego.

Esta azucena es el cuerpo de tu crónica:
El olfato es la manera de recuperar la memoria.
Aroma de eternidad, brevemente.
Estabas dura y lo concreto es un ejemplo de la idea.
Dura, tu carne –suave la piel- huele a tradición sin origen.
El relato, entonces, no ambiciona fundar una hoguera.
La crónica participa del sabor y la sensación tibia del instante
y si hablara de tu sexo sería una forma de expresar el mundo.

El alma es una prenda de la vanidad o no sé.

Ceno:
Comerte lentamente hacia la transformación,
con la misma velocidad de la huida de los siervos de la tierra a la ciudad
(y saber, amarga y dulcemente, que el viaje no es eterno ni invariable).
La historia universal no siempre existió.
La crónica que azuceno en tu cuerpo tiene esplendor, desalojo y asilo.
Esa que abrazo ahora hasta el sudor es un resultado. Estoy hablando solo.

Hambruno:
En los comedores se dice
que las necesidades de los hombres y mujeres de todo el planeta son similares,
como una gran fábrica universal.
Pero el producto de mi sudor es ajeno a ese sentido de la historia.
La astucia de usar mis dedos en público hasta remediar la humedad de tu crónica
era la posibilidad de una historia íntima, que buscaba rincones oscuros
para acabar con el prejuicio iluminista.

Allí, como una lámpara, una especie de azucena con especias.


fotos: acv2, suministrada; foto azuceno, maría de los ángeles pastor

sábado, octubre 08, 2005

Mikaela, por los pliegues de Arantza

¿Te he contado de cuando pasaba largos veranos cosiendo vestidos bajo el sol de la playa Mar Chiquita? Mi abuela, quien siempre llevaba un rosario hecho de botones, solía transitar todo el pueblo montada en un caimán que amaestró luego de capturarlo en la laguna Tortuguero. Los comerciantes le guardaban los mejores textiles al mejor precio. Nadie podía competir con una clienta que regateaba montada en un reptil verde con cresta bermeja.

Su hermana Mikaela se encargaba de enrollar los hilos en las bobinas de la máquina. Se dedicaba a esto desde la muerte de su último prometido. Murió electrocutado tras lanzar una colilla sin mirar hacia atrás en el casino del pueblo. Pegado a un cable.

Mikaela era costurera desde mucho antes de que se muriera su primer prometido, quien también falleció, aunque por circunstancias distintas, cayéndose del caballo en el que subía a visitarla al barrio. Había sido éste quien le había conseguido las postales con las pinturas de ese tal Egon Shiele. Según me contaba mi tía abuela mientras leía las cartas en la mesa del comedor forrada con un mantel de plástico y con un jarrón relleno de flores de seda, fue en un muelle del puerto de San Juan donde Isaac le compró a un marino europeo unas valijas forradas de terciopelo floreado. Al dárselas le dijo que bien se las regalaba para que con la pana hiciera uno de sus cotizados corpiños o para que tuviese dónde empacar el lingerie durante la luna de miel.

La habitación de Mikaela parecía empapelada con las láminas de las pinturas de estas mujeres con vestidos puestos, pintadas por el vienés. Las postales las encontró dentro de un sobre lacrado en el interior de la maleta con una dedicatoria que leía: “À Arantza, pour les plis de ta jupe”, firmada por un tal Deleuze. En las ilustraciones se leía claramente la firma del pintor, quien inscribía en una caligrafía de trazos geométricos “EGON SHIELE”. Detrás de alguna de las láminas estaba el nombre completo del pintor y sus fechas: Tull 1890- Viena 1918. Pensó que la vida de un gran pintor no está en las manos de Saturno, y poco después murió su primer prometido, a la edad de 28 años.

Ella antes anhelaba que algún día una de sus creaciones transmitiese la intensidad de los vestidos de las mujeres en el empapelado. Pero, desde que pasó lo del casino, dejó de coser y se concentró en la faena de enrollar los hilos en las bobinas de la máquina.

Recuerdo un incidente con el gato de la Tía Mika, como le decíamos los sobrinos-nietos. Fue justo antes de él morir y poco después de yo nacer. Gateaba por el balcón de la casa a la orilla de la playa, mientras mi abuela cosía en la Singer corroída por el salitre el traje de novia de la hija de una ex monja, rojo con brocado en hilo de oro, cuando me topé con unas grandes, amarillas y brillantes flores de Canario. Quería que el gato se las comiera y para demostrarle al gato lo buenas que estaban me las comí. Cuando mi abuela se volteó a ver qué hacía, salían pétalos de mi boca. Lo siguiente fue mi primer lavado de estómago. Cordones, retazos de telas, cremalleras, rollos de hilos, todos los materiales estaban al amparo de Deleuze, nombre con el cual Mikaela bautizó al gato que mi abuela le obsequió tras la muerte del cuarto de los prometidos difuntos, que también fue el último.

Pensé en mis veranos en la playa tan pronto me dijiste que te estabas quedando ciego. Luego de tantos años de coser sobre la arena blanca vestidos de terciopelo floreado y de hilvanar agujas bajo el candente sol del mediodía, también yo podría perder la vista. Esa extraña enfermedad que padeces parece obra de un genio maligno, si es que efectivamente se van eliminando los colores hasta sólo identificar el azul en las cosas, para luego sucumbir como arrastrado por un golpe de agua.

Inventaremos una forma para que identifiques los óleos en la paleta. Me dices el color y yo te paso el frasco. Incluso podrías hacer tus obras en distintas tonalidades de azul: añiles, plomos, marinos. Hasta que yo también me quede a oscuras. Entonces, oleremos juntos los cromos y ensartaré agujas con el tacto. Lo importante es seguir enhebrando, aunque sea otro quien hilvane.

Inspirado en Standing Woman in Red(1915), Egon Schiele
De Trasmano Claridad.

Iré, mi ahijado: conversación telefónica

Iré: Hola ti-ti-Ma-ra!
Mara: Hola Iré! ¿Cómo estás?
Iré: Bien
Mara: ¿Qué tú haces?
Iré: Toy tomando teta
Mara: Uhhh, qué rico
Iré: Sí


(Mayteé le habla a Iré “Dile a titi Mara que la amas”)


Iré: Tiamo, titi Mara
Mara: Yo también te amo, Iré


Caimanes

Tu figura en el tren
es el teorema
de un viaje
inconcluso

Esa manera tuya
de inundar
los ojos es
contagiosa

Para saber el pan
sólo hay que saber
algunos nombres

y muchas formas
de decirlos

el tuyo
es un abecedario
de hornos

esa manera tuya
de habitar los goterones
en la ventana del tren
es un preludio

un síntoma inevitable

de que a las afueras
también hay caimanes
en las urbanizaciones

Cubismo materno-felino


foto: maría de los ángeles pastor

Io

I.
Que me mire con sus ojos
Así de abiertos
Me hace sentir como una corderita

Balo

II.
Releo ese poema de Carson
Sobre la turista en Roma

Ana se cambia el nombre
Espanta a los perros
Conduce como una guerrillera

III.
El duerme sin cerrar la mirada

Como si tuviese cuarenta y cinco ojos
Y sólo durmieran dos a la vez

IV.
En la isla, nadie
-Renuncio-

V.
Prendo una vela
y la pongo encima de su foto

Roma está llena de gatos

VI.
Luego fuimos egipcios
es una ironía

VII.
Si pudiera robarme un cuadro famoso:
Que sea Cronos devorándose a los hijos
-De Goya-
Sólo porque tienen un trasunto
ustedes

Del poemario inédito Óxido

Dúo dinámico

Vania Lozano, 1981, y Yuán Valcárcel, 1982, se conocieron una tarde alucinante del 2004, en Trujillo Alto, Puerto Rico. Yuán compartía con amigos en la mítica casa de huéspedes de Villa Capri, misteriosa logia de músicos genios, cuando Vania, acompañada de otros secuaces, cruzó el umbral cargadita con todo su equipaje, incluyendo un misterioso didjeridoo, directamente desde México DF. Omar Silva se fijó rapidito en el instrumento cuando la fuimos a buscar al aeropuerto pero era pintora. El clic fue instantáneo, supo la perra Lola desde que Vania y Yuán se sentaron a acariciarla esa noche de extrañas visiones. "Llegué a la Isla y quedé impresionada por la gente, me rodeé de artistas jóvenes", confiesa, vestida de rojo una mañana de febrero, Vania Lozano.

Vania hace acuarelas llenas de multitides. Vigente en su obra desde hace cuatro años, las multitudes esparcidas son un motivo que ha madurado y, en esta ocasión, en espacios citadinos inspirados en ciudades tales como Brasil, México DF, Puerto San Juan, Puerto Morelos, entre otras, equivalen a “un diario de experiencias”.

Ambas artistas coinciden en que la ciudad caótica está ligada al accidente, el accidente fragmenta el espacio de la ciudad y, paradójicamente, lo ordena. “Juego con el accidente, lo abstracto es la excusa”, se delata Vania con gran vocación lúdica. Consciente del choque cultural que significó mudarse de su idílico pueblo caribeño en Quintana Roo a la caótica capital mexicana para estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de la UNAM, la artista relata, “cuando me mudé del trópico a la ciudad de México, veía demasiada gente en el espacio”.

En conjunto, la vocación mosaiquista de Yuán queda de manifiesto precisamente en sus gustos, que incluyen artistas de disciplinas, épocas y estilos distintos a manera de un gran mosaico intelectual. ¿Sus influencias? Gaudí, la tradición italiana, Miguel Ángel, lo impresionista y expresionista. ¿Su movimiento favorito?: el cubismo de Braque y Picasso. A nivel literario, Julio Cortázar es su modelo, pues Rayuela, describe la novel artista, es “un mural de mosaico”.


Vania Lozano hizo muchos de los dibujos del interior de mi libro Alabalacera, que saldrá algún día venidero con Terranova Editores y, junto a Yuán, hicieron un graffiti inspirado en el poemario. Está localizado en La Perla, San Juan, Puerto Rico.

Ilustración superior: Vania Lozano
Ilustración graffiti: Gufi Silva

viernes, octubre 07, 2005

María Soledad


Ella camina por las calles de Buenos Aires. El chico de perfil, no sé quién es. Algún porteño. Si alguien la ve andariega, pensará que flota. Si la ven bailar, no podrán quitarle el ojo de encima. Ella medita durante horas con una sábana hasta la cabeza y sin hacer el más mínimo ruido. Una mujer iglú es uno de los seres más importantes de mi vida. La extraño desde hace unos minutos porque se desconectó de Internet, pero la extraño más desde hace un año porque la cibernia no nos deja abrazarnos (lagrimita cursi por la mejilla). Nos conocimos en primer año de universidad. Ella en antropología y yo en letras.

Ella se fue al otro extremo del continente y aun así, es como si la llevara en la mochila, aunque es bastante alta y eso es un imposible. Nos veremos el verano que viene en Brazil, pero nos vemos a menudo gracias a los webcams.

Allá en la hawdah

La profesora de litertura árabe me dice: "poesía pagana". Chévere, porque fue escrita antes del Corán. "Desert Tracings":

They stirred longing in you
as they packed up their howdahs,
disappearing in the lairs of cotton,
frames creaking.
Ya llegaba encima del elefante. Y de momento ese "howdah" es jalda. "Vámonos pa' la jalda" es una expresión que se usa en mi isla cuando vas para lo más alto de la montaña. Howdah se pronuncia fonéticamente igual que "jalda" y define las estructuras que se construyen encima de los elefantes para transportar a las personas. Me gusta pensar que fue un desplazamiento de signo lo que hizo que se usara "jalda" para denominar esas partes altas de las montañas, porque las montañas me parecen, entonces, lomos de elefantes. Una especie de afasia. Bye.

Aquelarre de sombras y sombreros

Este blog será completito una noche de joda

Foto por Libertad Ayala, corresponsal para las OhDiosas en Londres